La mujer de las olas

jueves, 1 de octubre de 2015



¡Hola a todos, queridos lectores!
Hoy vamos a estrenar la sección de Caleidoscopio, dentro de Despuntes literarios.

Caleidoscopio: ¿en qué consiste?
En esta sección compartiré con vosotros imágenes o fotografías que han llamado mi atención y sobre las que me inspiraré para escribir una posible historia detrás de esas capturas.

El caleidoscopio de hoy está inspirado en las misteriosas imágenes que la fotógrafa Megan Abell encontró en una tienda de segunda mano y sobre las que no se tiene constancia su autor o la identidad de la mujer que en ellas aparece.


Copyright: 
Las fotografías no me pertenecen.
El texto es de mi autoría: © Obra registrada en Safe Creative bajo el código: 1510015298754



La mujer de las olas

Una mañana más, Rose apoyó sus delgados brazos sobre la repisa de madera crujiente de la ventana. El juego de luces del amanecer resaltó sus claros ojos silenciosos y la fría brisa marina recorrió cada hueso de su cuerpo bajo su vestido azul pastel. El olor del bizcocho de nueces y chocolate que comenzaba a subir en el horno se entremezclaba con el ambiente salado. Rose permaneció largo rato oteando el interminable horizonte oscuro que ante ella se encontraba. Intimidante. Hosco.

Un puñado de casas de diferentes colores y tamaños que se contraponían se alzaba frente al puerto de piedra y madera, ahora resucitado. Era el momento del regreso de los marineros. Barcos pesqueros procedentes del pequeño pueblo, que daban de comer a la mayoría de las familias. También barcos de comercio de países extranjeros, a los que nunca iría Rose. 

Las grúas portuarias se encargaban de las pesadas cajas de pescado, que iban directas a la lonja. Los barriles y los fardos de grano se trasladaban a las oficinas de comercio, a las tabernas y al mercado. Los hijos de la mar se movían deprisa y organizados por las tablas húmedas y agrietadas. Con todo el bullicio, una vetusta carabela soltaba el amarre y se preparaba para navegar una mañana más. No había el menor indicio de que se aproximase lluvia, el inclemente viento de otros días era apenas un hálito dócil, que hacia danzar los dorados cabellos de Rose, y el oleaje se había marchado a otra parte. Aquel barco se parecía mucho al que se subió Viktor.


En ese momento, Rose se separó de la ventana, dio media vuelta y se encaminó a su pequeña habitación. En ella únicamente había una cama de sábanas blancas con una modesta cabecera de madera. Al lado, una mesita de noche con un soporte donde reposaba una vela blanca casi consumida y un libro de cuero muy usado, sin nada escrito en su portada. Abrió el libro por la última página y dentro de él había una larga cinta rosa doblada con mucho cuidado. Cogió un extremo con cada mano y los pasó por su cintura para hacerse un lazo bajo su pecho. Entonces sintió un arrebatador impulso y, sin pararse un momento a pensar, se dirigió a la playa que se encontraba al lado del embarcadero.


Sintió un gran alivio cuando se descalzó y dejó los zapatos en mitad del camino para internarse en la arena. Al contacto de los fríos granos dorados dejó huir un suspiro para contener las lágrimas. Caminó por la orilla y, poco a poco, fue acercándose al agua hasta que sus pies se hundieron en la arena empapada y las olas reactivaron la vida en sus piernas. Caminó hacia la brava espuma. El agua le cubría la cintura cuando fijó su mirada lúcida en el sol que se alzaba en el horizonte y se reflectaba en su rostro pálido y sereno. Las olas pasaban con una suave caricia por su pecho mientras ella lo sentía ahí. Puede que no volviese jamás, puede que la mar, desalmada y feroz, se hubiese apoderado de él. Quizás ahora estaba en cada una de esas gotas que rodeaban su cuerpo y la intentaban atrapar también.


Rose pensó en seguir caminando hasta encontrarse con aquella cálida estrella. Pensó en dejarse llevar y en cerrar los ojos. Tantas ideas pasaron fugaces por su mente hasta que llegó él. Su rostro. Rose se llevó las manos a la cara y las lágrimas serpentearon por sus dedos. Optó por ese recuerdo, por la vida, por seguir amándolo. Volvería a casa y, con el próximo amanecer, se apoyaría en su ventana para vigilar el horizonte por una mañana más.






Espero que os haya gustado el primer caleidoscopio, en este caso, de unas imágenes maravillosas y mágicas.

¿Qué te parecen las fotografías? ¿Se te ocurre alguna historia detrás de ellas?


4 comentarios

  1. Hola te he nominado a los premios Liebster Award
    para conocer más pasa por mi blog http://athousandreviews.blogspot.cl/
    Nos leemos :D

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    1. ¡Hola, Salome!
      Muchas gracias, ¡te avisaré cuando lo haga! :))

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  2. Que bonita historia. Hay muchas fotos que son muy bonitas y misteriosas . Y que te hacen pensar en lo que hay detrás de ella.
    Saludos :)

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    1. ¡Hola, Abigail!
      Me alegra mucho que te haya gustado :))
      Tienes toda la razón, las imágenes son preciosas y misteriosas, ¡pueden existir tantas historias detrás de ellas...!
      ¡Nos leemos!

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